16 febrero, 2011

Escribo

“Escribo porque mi cerebro se comunica mejor con mis manos que con la lengua. Porque el papel es un filtro, una coraza, entre mis palabras y los ojos del otro. Porque me odio menos escribiendo que hablando. Porque mientras escribo puedo corregir, escoger una por una las palabras y nadie me interrumpe ni se desespera mientras las encuentro. Por un ameno vicio solitario.”

La mirada de un perro

Ignoro el número de Hitlercitos en potencia de quienes la Humanidad se salva gracias al índice anual de abortos en el mundo. No sé cómo se aplica el porcentaje de hijos de puta y de personas decentes a los índices de natalidad; si vamos al cincuenta y el cincuenta por ciento, el diez y el noventa, o lo que diablos sea. Lo único que sé, fijo, es que el Azar tiene muy mala leche y muchas ganas de broma, que la existencia del género humano tiene de sagrado lo que yo de vocación budista, y que ayer un amigo mío mató a su perro.

Que después de trece años juntos, hecho polvo e inválido de las patas traseras, le cogió la cabeza entre las manos, y el viejo labrador estuvo moviendo el rabo y mirándolo a los ojos hasta el final, llevándose su cara, su sonrisa y sus cinco litros de lágrimas como última imagen de esta vida.

¿ Y saben lo que les digo?... Podría desaparecer la Humanidad entera. Podrían diezmarnos las catástrofes y las guerras y caer chuzos de punta e irnos todos a tomar por saco, y el planeta Tierra no perdería gran cosa. Al contrario: ganaría en armonía natural y en alivio.
Pero cada vez que desaparece un animal silencioso, bueno y leal como era el perro de mi amigo, este mundo de mierda resulta menos generoso, menos habitable y menos noble.

29 de septiembre de 1996
Arturo Pérez Reverte.

07 febrero, 2011

Mi alma enfadada

Hoy mi alma está enfadada.

Hoy es uno de esos días en que el alma, si aún me queda, pesa.

Y me da la espalda enfadada conmigo, enfadada con ¿Dios?, enfadada con el mundo...
Y hoy no quiere hablar, así que hoy escribo yo, porque mi alma está enfadada y no quiere escribir.
Claro que también puede ser al revés, que sea mi cerebro el que esté enfadado con mi alma.
Pero eso no importa mucho ¿o sí?

Ocurrió esta noche, mi cerebro le gritó a mi alma y le dijo que ya basta, que se decida de una vez, que no quiere seguir estancado.
Y mi alma le susurró que aún no puede, que las heridas todavía le duelen.
Y mi cerebro le ha dicho, que es ridículo, que siempre se ha caído y siempre se ha levantado.
Y mi alma le ha dicho que esta vez es diferente.
Mi cerebro le ha contestado, que "siempre es diferente" con su típico tonillo irónico.
Mi alma se ha quedado sin palabras. Algo que le ocurre con frecuencia. Nunca sabe expresarse, nunca consigue luchar contra mi cerebro.
Siempre gana él.

Pero, mi alma, no necesita hablar mucho, simplemente me hace sentir que está cansada de luchar, contra mi cerebro, contra sí misma, me hace sentir que está encerrada y que tiene que irse.

Mi cerebro siempre la obliga a seguir y luchar, pero hay algo que siempre gana a mi cerebro y que va rompiendo mi alma, poco a poco. Se llama destino.
El destino, mi destino escrito de antemano, es el único que vence en cada ocasión.
Y mi alma y mi cerebro, esta noche, me han dicho que no van a seguir luchando contra él, porque es inútil.

Lo que sé es que hoy mi alma, está de cara a la pared, para no mirarme.
Y mi cerebro, que tampoco quiere mirarme, no puede dejar de buscar una salida.
Porque él siempre lo hace, él jamás se rinde, y por eso no me deja dormir,
para que mi alma no me hable...